Sangre Nueva Escrito por: mjhowlin el 15 Sep 2008 - URL PermanenteConsidero que lo que trae la edad es experiencia.
Y a mí experiencia me sobra.
Ella se dejaba hacer hasta que en un momento tomó la iniciativa y comenzó a lamer mi pija con ternura primero, luego con deseo, hasta engullirla con pasión desenfrenada una y otra vez. Yo me dejaba placentero, conciente del postre que me esperaba al final. Seguíamos aún en el living, de manera que la llevé hasta el ventanal y allí, contra el vidrio frío que gobernaba desde el piso 21 a esa Buenos Aires invernal, y despojados ambos de la prisión de nuestras ropas, comencé a disfrutar sobre ella de mis sentidos. Mi tacto primero, recorrer con la yema de mis dedos su cuerpo de una perfección que hasta a mí me había sido raro hallar. Dejarme deslizar por su cuello como un presagio, por sus hombros, tentarme con las rojas frutillas de sus pezones rebosantes de vida, sentir el calor y el color que dormían en la cara interior de sus muslos. Luego era el momento del olfato. Disfrutar del aroma a Channel que despedía, pero mucho más de ese otro a mujer joven y fresca que aún podía encontrarse por debajo del Channel, en su boca, en su vientre, en su sexo. Y en ese sexo comenzar a deleitarme con su sabor, con ese dejo salado que me abordaba desde su flujo, con esas gotas de éxtasis que penetraban a través de mi lengua mientras ella me daba la espalda apoyada contra el vidrio que aplastaba sus pechos y le daba a toda la ciudad el maravilloso espectáculo de una mujer desnuda gozando.
Entonces, cuando el momento fue el indicado, me puse de pie y la tomé de las caderas. Con sus manos apoyadas en el blindex hundí mi potencia en su carne tierna y generosa, rebosante en jugo de mujer que me esperaba. Y con un lento y prolongado vaivén la llevé hasta un exquisito orgasmo del que los dos disfrutamos al unísono. Y entonces, así como estaba detrás de ella, con los cuerpos aún recuperándose del momento de placer, me acerqué hasta su cuello y hundí mis colmillos en su yugular. La sangre comenzó a manar en finos chorros escarlata, y mi boca los bebió gota a gota. Creo que los científicos jamás comprenderán cuanta diferencia hay en el sabor de la sangre antes y después de un orgasmo. Poco a poco esa vida que sentía hervir en su interior la fue abandonando, hasta que saciado de mi apetito, y antes de que ella partiera hacia donde ya no la podría rescatar, abrí un tajo con mi uña en una de mis venas y la convidé a beber de ella. Entonces de a poco recuperó el color y la vitalidad. Acababa de morir, es cierto, pero también acababa de nacer a una nueva y larga vida junto a mí. Había sido elegida. No es común que nosotros nos reproduzcamos. Si lo hiciéramos inundaríamos la tierra y pronto nos quedaríamos sin comida. Por eso cada tanto elegimos a una de nuestras víctimas entre todas para que nos acompañe. Hace dieciocho años elegí por última vez, y mi compañera resultó una de las mejores que he tenido en estos siete siglos de existencia. Pero ya es hora de que haga su propio nido, y lo sabe. Ella no está esta noche en casa. Nunca está cuando salgo de cacería. Hace varios meses que vengo eligiendo una nueva hembra para que esté a mi lado, de entre muchas candidatas que fui encontrando en Internet. A veces la tecnología puede ser una ayuda inestimable. Cuando vuelva le presentaré a la nueva integrante de la familia. Ahora corro las cortinas. Pronto llegará ese amanecer que nunca más volveremos a ver. Es hora de descansar.

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